Marielune nació en una playa con piernas. Desde entonces aún no se ha canshado de volar, siempre rumbo a la luna de Valencia. Busca el polen anímico de la vida en cada sorpresa, en la sonrisa delfinar y en la amistad del árbol sabio.
Es malabarista-equilibrista-trapecista por la pista de las emociones a ritmo de vals, regalando esencia, origen y complicidad a las estrellas para mejor acompañar su brillo, aunque, como a tantos otros seres sensibles les sucede, su iluminación depende de enfoques externos.
También las olas del mar agradecen su influencia, suplantándose unas a otras sin cesar hasta abrazar la tierra mientras evocan sonidos tiernos que remueven generosidad.
Y si nos dejamos acariciar por sus palabras. Y si cada palabra nos seduce y vitamina. Y si derramamos lágrimas que no son nuestras, es porque nos encantan los secuestros si van acompañhados de un rito, de una iniciación, allá donde las palabras se enredan unas a otras rezumando armonía. Estoy hablando de magia.
Pedro Gilthoniel